Dos vidas en una (III)

dos vidas en una

(Aviso: contenido homoerótico)

(Viene de aquí)

Javi se cruzó de brazos y se apoyó en el quicio de la puerta. El asomo de una sonrisa transformaba su expresión sin llegar a alterarla, como el aleteo de algo divertido que no se llega a mostrar. Las virutas de vapor no eran tan densas como para ocultar el objeto de su curiosidad. Alex solía dejar la puerta abierta cuando se duchaba desde aquel día en que habían follado en ese mismo lugar y ya no tenía que depender de las casualidades para poder observarlo a placer.

—Largo de aquí, pervertido —le llegó la voz desde aquella nube de vapor bajo la ducha. Estaba embelesado mirando la espalda fibrada y el trasero prieto de Alex bajo el agua y no se había dado cuenta de que él se había percatado de su presencia.

—No sé quién es más pervertido, tú has dejado la puerta abierta.

Sí, ahora bromeaban sobre el asunto. Era increíble, jamás se habría imaginado una situación así antes.

Antes de descubrir a su compañero de piso con otro chico y que aquello le pusiera la vida patas arriba. Antes de perder una noche los papeles y acorrararlo en una salida de tono épica. Antes de andar intentado flirtear con él y que Alex perdiera la paciencia. O antes de habérselo tirado sin saber prácticamente lo que hacía.

Javi fantaseaba sin poder evitarlo con Alex. Desde aquel primer día en que lo vio con otro. Fantaseó primero con hacer lo que ellos hacían en la discoteca y luego fue mucho más allá. Fantaseó y fantaseó con llegar hasta el final.

Con Alex dentro de él.

Ufff…

—Eh, si no quieres problemas, deja de mirarme así. —Alex había salido de la ducha, gloriosamente desnudo, luciendo una semierección salpicada, lo mismo que el resto de su cuerpo, de gotitas de agua que acariciaban su piel tersa. Ñam. Javi era consciente de que se lo comía con los ojos, no podía evitarlo.

Y no era del todo justo, porque sabía que Alex quería más y se contenía.

—De vez en cuando tienes que ser tú quien tome la iniciativa para que yo sepa que también lo quieres, ¿entiendes? —le había dicho una tarde.

Y lo hacía. Llevaban más o menos juntos desde aquel sábado en el que había perdido por completo el norte. Vivían juntos y las ocasiones y situaciones se daban sin cesar, muchas veces acababan enredados como idiotas, besándose como posesos y masturbándose uno al otro. Otras veces Alex le había vuelto loco con la boca hasta hacerle perder el sentido. Las cosas no habían pasado de ahí, ni Alex había mostrado interés alguno porque pasara ni él tampoco.

Y empezaba a sentirse cómodo con las situaciones que implicaban los cuerpos de ambos desnudos y entrelazados.

El de Alex era una verdadera maravilla.

Sin embargo, apartó la mirada, cortado. No era que no quisiera «problemas». Los quería, pero su comodidad no iba tan allá como para vacilarle a Alex de la misma forma en que su amigo lo hacía con él. Tampoco era por falta de ganas.

Alex vio cómo Javi arriesgaba una última mirada hacia su sexo y éste cabeceó antes de que pudiera enrollarse una toalla a las caderas. Sonrió con ironía: le gustaba jugar con su compañero de piso, era fácil, divertido y condenadamente frustrante. A veces Javi terminaba por caer con sutiles artimañas y él se sentía feliz. Otras veces pensaba que era un capullo por utilizar aquellos tejemanejes para conseguir sexo con Javi.

Sexo.

Por llamarlo de alguna forma.

Joder.

Se pasó las manos por el oscuro pelo húmedo, encarándose al espejo, soportando la mirada escrutadora de Javi ahora en su espalda y su trasero, dispuesto a seguir haciendo gala de fingida indiferencia. Se dio cuenta de que su compañero se sonrojaba sutilmente, pero no se movía de allí. Mierda, ¿iba a tener que vestirse ante sus narices sin hacer… absolutamente… nada… más? La medalla al honor y la castidad era suya, en el cielo, si iba a parar a tal lugar algún día.

Inspiró hondo, sacando el bote de desodorante y…

…Javi dio dos pasos y le abrazó por la espalda, pegando su torso a él. Alex se movió para darse la vuelta y se lo permitió. Sus bocas se buscaron y se unieron en un beso carnal y húmedo que los dejó jadeando.

Oh, sí.

—Eh, te voy a mojar —musitó Alex contra sus labios.

Javi negó levemente con la cabeza y sus manos se colaron por debajo de la toalla hasta sus glúteos, terminando ésta en el suelo y él desnudo. Juntaron sus caderas sintiendo lo que ambos necesitaban: saber que el otro estaba igual, que el deseo los consumía con la misma intensa llama.

Envuelto en los brazos de Alex, Javi se sentía valiente, capaz de todo. Y se lo decía con besos y restregones, con envites de su cadera contra el cuerpo desnudo de Alex. Y sabía que él lo entendía, comprendía cada pequeño paso que daba. Pronto sintió las manos de su compañero en su propio trasero, apretando también, polla contra polla, jadeo contra jadeo. Las caricias volaron, igual que la camiseta de Javi, trenzando sensaciones salpicadas de placer. Las manos de Alex sobre su torso repartían calor como brasas, le volvían loco y, de repente, bajaron y se colaron bajo sus pantalones vaqueros, apretando sus glúteos. Un gruñido escapó de su garganta, directo a la boca de Alex, y con manos temblorosas, se desabrochó la bragueta. No era la primera vez, y seguía poniéndose nervioso como el demonio, pero quería sentirlo, quería sentirlos. Juntos.

Sus sexos se tocaron, ardiendo, duros, excitados. Javi echó las caderas hacia atrás, sobresaltado, y dejaron de besarse. Sólo los jadeos de ambos se escuchaban en la estancia. Su cabeza era una tormenta de arena y su cuerpo, una espiral de deseo.

Y, mientras tanto, allí estaba Alex, boqueando por aire, apretando los puños que le habían soltado de su agarre. Esperando pacientemente a que a él se le pasara el momento de duda existencial.

Alzó la vista hasta sus ojos tan transparentes como el agua marina.

—Javi…

—Qué.

Se mantuvieron la mirada, la de Alex, vulnerable, la de Javi, desafiante.

Pero el desafío desapareció al ver que su compañero no le hacía ningún requerimiento. Sólo… le daba espacio, opción.

Javi pensó que se quemaría con el fuego que lo consumía.

—Te deseo —musitó.

El aire escapó suavemente del pecho de Alex, que lo envolvió en un abrazo, juntando sus torsos, sus sexos. Lo besó con ansia, agradeciendo la confesión que, sabía, le costaba a su amigo. Dos palabras que lo doblegaban ante él.

—Yo también te deseo. Tanto que me duele. Me desespero pensando si algún día… —tragó saliva, entre besos—, si esto es de verdad lo que quieres…

Javi quería cosas que no comprendía. Pero en ese momento, le importaban un pimiento.

—Lo que quiero —dijo bajando con la lengua por su cuello— es que me dejes hacer —susurró, y chupó fuerte en la base del cuello de Alex, que gimió en respuesta. —Me vuelve jodidamente loco oírte gemir por mí.

—Eso está bien, porque podemos convertir esto en una mierda de concurso para ver quién hace gemir más al otro —sonrió. —A mí también me gusta.

—Hoy voy a ganar yo.

A Alex le sorprendió la seriedad con la que Javi dijo aquello, pero luego, sintió su boca en uno de sus pezones y se olvidó del pensamiento. Javi le torturaba con la lengua y masajeando el piercing que llevaba en el otro pectoral.

Cogió los sexos de ambos, encerrándolos en una mano, y comenzó a masajearlos. También le extrañó que Javi le detuviera al poco y luego dejó de pensar cuando bajó lamiendo y besando su torso, su vientre, enroscando la lengua en su ombligo y obligándolo a jadear el corazón por la boca.

¿Iba a atreverse?

No iba a durar ni dos segundos.

—Javi…

Pero iba a la suya.

—Eh…! —Mírame al menos.

Su amigo, ya de rodillas, miró hacia arriba, su pene bamboleándose tanto que rozaba fugazmente su mejilla. Había fantaseado, dios, cómo lo había hecho, con estar dentro de su boca. No iba a durar…

Cerró los ojos, inspirando profundamente, cuando sintió la lengua sobre él. Suave, indecisa, mojada, tanteando. Luego Javi se lo introdujo en la boca y lo sacó, chupándolo lentamente.

Oh, sí. Joder.

Campeón en el concurso de hacer gemir al otro. No habían acabado, pero le otorgaba el título.

Echó la cabeza hacia atrás, aspirando con fuerza, con la siguiente acometida. Sus manos temblaron en el aire hasta que se posaron sobre el castaño cabello de Javi. Sin presionar, sólo… sintiendo los envites, el vaivén suave y sexual, de Javi sobre él. Un sueño que no sabía que había anhelado tanto.

Su lengua lo volvía loco, le acariciaba la cabeza, le azuzaba con jadeos y gemidos. No iba a durar… así… no…

Javi estaba extasiado. No sabía cómo iba a sentirse, pero se había arriesgado. Cualquier pensamiento relacionado con que estaba chupando una polla se evaporó en cuanto los gemidos y jadeos de placer de Alex le nublaron la razón. Se cogió, porque estaba más duro y su punta empezando a mojar, porque se moría de ganas de correrse con Alex. Y estaba tan cerca…

—Javi… —le escuchó jadear. Dios… Cerró los ojos, saboreándolo. —Javi, espera… —Unos tirones en su pelo y un toque de desesperación en su voz. —Joder… Javi, para si no quieres que me corra en tu… boca…

Saberlo lo lanzó a las estrellas y empezó a eyacular contra el suelo de azulejos, sus gemidos reverberando sobre el sexo de su amigo. Sin soltarlo ni un solo segundo, ah, no… Los chorros calientes no tardaron en llegar a su paladar, junto con los gruñidos de su dueño.

Alex no podía más y cuando escuchó a Javi gemir contra él, inmerso en su propio orgasmo, se perdió. Se corrió entre espasmos de placer, en la boca de Javi, tal y como había hecho este otras veces antes.

♠♠♠

—No tenías porqué hacerlo.

Media hora después, habían recogido el desaguisado del baño y se habían puesto unos pantalones. Estaban tumbados en la cama de Javi, ambos mirando el techo.

—El qué.

Alex le dio un mamporro contra el pecho.

—Lo que has hecho antes. ¿O es que vas a negarlo?

Javi sonrió, con los ojos cerrados.

—Lo negaré hasta la muerte.

—Cobarde.

Él se sentía algo así, pero supo que Alex no lo decía en serio.

—Lo he hecho porque he querido —dijo al cabo del rato.

Oyó el suspiro de Alex. Era sencillo hacerlo feliz. Aunque a él le costara cada paso, Alex se contentaba. Muy dentro de él tenía miedo de que algún día no fuera suficiente, de no poder ser lo que Alex quería. Pero él mismo era un mar de dudas. Nunca antes había atravesado una crisis existencial de tal magnitud.

Era consciente del apoyo de Alex y estaba sumamente agradecido.

— ¿Cuándo te diste cuenta de que… errr… ?

— ¿…me gustaban los tíos? —terminó Alex por él.

—Sí.

—Ya hace tiempo. Yo tendría unos diecisiete o dieciocho años.

—Eso fue antes de que viniéramos a vivir juntos para ir a la universidad.

Recordaba que, en aquella época, Alex le pareció un chico muy introvertido y serio. Luego, con el tiempo, se fue soltando, supuso que al coger confianza con él. De ello hacía ya más de diez años. ¿Cómo es que no se había dado cuenta nunca de que era gay?

— ¿Cómo es que nunca supe… ? No me di cuenta de que eras gay, en todo este tiempo.

—También me gustan las chicas. Quizá… es culpa mía, te he mostrado más una parte de mí que… la otra.

— ¿En serio? ¿Por qué?

Alex suspiró.

—Una vez hiciste… cierto comentario. Fue al principio de conocernos. Yo necesitaba fervientemente que funcionara mi emancipación, no quería problemas, así que… no quise causar mala impresión.

Javi se había quedado mudo.

—Joder. Lo siento. Me siento un idiota.

—Tranquilo. Fue hace mucho tiempo. No le hice el menor caso.

— ¿Qué dije?

—Dijiste: «Menos mal que juegas al fútbol, como yo. Se lo diré a mi padre, seguro que le tranquiliza. Le hacía muy poca gracia que compartiera un piso con otro tío, por si nos amariconábamos«.

Se lo soltó así, sin anestesia ni nada.

Alex no había hecho caso realmente del comentario salvo por el peligro que suponía que aquel chico se echara atrás y él tuviera que volver a casa, con sus padres, por no poder pagar el alquiler completo. Al menos, hasta que encontrara alguien más para compartir piso. Por eso intentó esconder sus gustos sexuales. Secretamente había albergado la esperanza de saber qué pensaba él realmente del asunto, pero nunca se lo planteó.

—Dios. Seguro que piensas que soy un gilipollas.

—Tú, no lo sé. Tu padre, un poco.

Javi permaneció en silencio tanto rato que Alex ya iba a decirle que había sido una broma de mal gusto, pero entonces habló.

—Mi padre se moriría si supiera lo que he estado haciendo estas últimas semanas.

Y ahí estaba. La realidad golpeándolos. Y de parte de quien menos debía.

Alex se giró para mirarlo, apoyando el codo en la cama y la cabeza en la mano.

—No has hecho nada malo.

Javi sonrió con ironía, aunque ni siquiera lo miró.

—Estoy condenadamente seguro de que él no opina lo mismo.

—Tienes casi treinta años. Debes vivir tu vida.

Su amigo resopló.

— ¿Tus padres te apoyan? Qué pregunta. Está claro que sí.

—A mi padre no le hizo gracia cuando se enteró. Se lo dijo mi madre, que lo sabía de antes. Estuvo una semana muy serio, casi no hablaba conmigo, pero tampoco me rechazaba. Al cabo de la semana se sentó conmigo y me echó la bronca por no haber sido lo suficientemente valiente como para contárselo yo. Mi madre me dijo después que lo que le había dolido era la falta de confianza. Pero sí, me apoyan. Básicamente no quieren saber nada de con quién me acuesto.

—Es fácil así.

—Sí. Es más fácil. Pero si fuera al contrario, yo seguiría siendo quien soy. Le pesara a quien le pesara.

Sabía que no era esa su intención, que intentaba apoyarlo, pero Javi se sintió presionado. Se levantó como un resorte y buscó una camiseta en el armario.

—Es tarde y quiero comprar unas cuantas cosas para el fin de semana, que estoy pelado. ¿Tú necesitas algo?

Alex se incorporó, resignado. Quizá se había metido donde no le llamaban. Andaba con pies de plomo, apreciando cada paso que Javi daba en su dirección, por insignificante que fuera. Pero había cosas que no lograba entender. Y no lo haría nunca.

—Tú mismo —musitó. —Sí, voy a vestirme y te acompaño.

Javi agradeció que Alex dejara el tema y saliera de su habitación. Cogió la billetera, calculando lo que tenía suelto y lo que quería comprar.

— ¡Date prisa, es viernes y cierran antes!

Sonó el timbre de la puerta y, distraído, fue a abrir. Cuando alzó la cara, se quedó congelado.

—Hola Javier. Perdona por presentarnos sin llamar, pero tu madre quería darte una sorpresa.

—Hola papá.

(sigue)

4 comentarios

  1. Hola, Brianna!!!!! Bueno, no sé que decirte salvo que estoy super sorprendida por el final y tambien pillandole el truquillo a la historia porque es la primera historia sobre este genero que leo, asi que tengo varias preguntas: ¿La historia sera parecida en la trama a historias romanticas de chico-chica o solo se diferencia en lo aparente? Y,¿hay algo más que se diferencien aparte de la trama? Bueno dejando aparte mis preguntas debo decir que me ha encantado tanto este capitulo como el anterior, que lo escribes genial y que me encanta los 2 personajes porque la paciencia que tiene Alex con Javi es íncreible y en cuanto Javi digamos que me gusta por sus miedos y dudas, eso es todo por ahora.
    Animo con el siguiente y gracias 😉 😀

    1. Hola Elena!! Perdona por la tardanza en responder, ando algo desaparecida últimamente. En primer lugar y para responder a tus preguntas, para mí nunca ha habido más diferencias que las obvias entre una historia de amor de un chico y una chica que de dos chicos (o dos chicas). Pienso que los sentimientos son los mismos o parecidos, que lo que mueve la relación es siempre lo mismo: sentimientos, deseo, sexo. Las primeras veces que yo leí historias chico-chico, ni siquiera sabía que el género se llamaba «homoerótica»; para mí seguían siendo historias románticas donde, vale, los protagonistas eran dos hombres. Así que, en principio, yo me guío por los mismos caminos para un tipo u otro de historias (salvando las diferencias básicas).

      En segundo lugar, darte las gracias por tus comentarios; me encanta que te guste la historia y los personajes. Es un placer leer comentarios de este tipo 😀 Un besote!!

Un penique por tus pensamientos...